Señora: Vender la masa de bienes que han venido a ser propiedad del Estado, no es tan solo cumplir una promesa solemne y dar garantía positiva a la deuda nacional por medio de una amortización exactamente igual al producto de las ventas; es abrir una fuente abundantísima de felicidad pública, vivificar una riqueza muerta,(...) desobstruir los canales de la industria y de la circulación,(...) crear nuevos y fuertes vínculos que liguen a ella; es, en fin, identificar con el trono excelso de Isabel II, símbolo de poder y de libertad (...).
El Decreto que voy a tener la honra de someter a la augusta aprobación de V.M. sobre la venta de esos bienes adquiridos ya para la nación, así como en su resultado material ha de producir el beneficio de aminorar la fuerte suma de la deuda pública, es menester que en su tendencia (...) se funde en la alta idea de crear una copiosa familia de propietarios, cuyos goces y cuya existencia se apoye principalmente en el triunfo completo de nuestras altas instituciones.
1. Indica qué tipo de texto es:
Es una carta que le envia Mendizábal a Maria Cristina.
2. Indica quién es el autor, dando una breve biografía suya.
El autor es Mendizábal, Hijo de Rafael Álvarez Montañés, comerciante, y de Margarita Méndez, aprendió idiomas modernos y recibió formación comercial en el negocio paterno. Durante la Guerra de la Independencia, sirvió en el Ejército del Centro y, habiendo sido capturado en dos ocasiones, logró fugarse en ambas. El 21 de febrero de 1812 se casó con Teresa Alfaro y desde entonces decidió cambiar su segundo apellido, Méndez, por Mendizábal, para ocultar el origen al parecer judío de los Méndez, según la opinión más generalizada, por más que en 1811, siendo Ministro de Hacienda del Ejército del Centro, firmaba ya sus documentos como Mendizábal, tal y como se puede encontrar en el Archivo Histórico Provincial de Albacete, por lo que su nombradía como Mendizábal le precedía antes de casarse.
Intervino en la financiación de la expedición de Vera en 1830 de acuerdo con Ardouin y otros financieros. Después intervino también en la financiación y organización de la guerra civil portuguesa, en el bando liberal, por supuesto. También financió una fuerza militar en Bélgica. En 1834 el conde de Toreno le invitó a volver a España y fue nombrado ministro de Hacienda el 15 de junio de 1835, alcanzando la Presidencia del Gobierno en lugar de Toreno el 25 de septiembre. Aunque estaba implicado en la "revolución de las juntas", negociaba semisecretamente también con la Junta de Andújar, la de Barcelona, con Istúriz, Alcalá Galiano, Argüelles y el Conde de las Navas.
3. Indica a quién va dirigido, dando una breve biografía suya.
La carta va dirigida hacia la reina Maria Cristina. Maria Cristina de Borbón-Dos Sicilias (Palermo, 27 de abril de 1806 – Sainte-Adresse, Francia, 22 de agosto de 1878), madre de Isabel II de España y cuarta mujer del rey de España Fernando VII, con quien se casó el 11 de diciembre de 1829. Fue hija de Francisco I (1777–1830), rey de las Dos Sicilias y de la infanta María Isabel de Borbón (1789–1848), hija del rey Carlos IV.
Actuó como Regente durante la minoría de edad de su hija Isabel al morir su marido, el rey. Don Fernando VII falleció en 1833 cuando su hija Isabel tenía poco menos de tres años. María Cristina gobernó como regente hasta 1840, año en que se vio obligada a entregar la regencia al general Espartero. Durante su reinado hizo necesarias contribuciones sociales como el auxilio que necesitó la costa onubense en 1834 como consecuencia de un brote de cólera. Ese año, como agradecimiento, toma el nombre de la reina una localidad onubense, La Real Isla de la Higuerita, y pasa a llamarse Isla Cristina.
A la muerte de Fernando, la titularidad de la Corona se la disputó a su hija Isabel, el Infante Carlos, hermano del difunto rey, que atribuía su derecho a la Ley Sálica que, no obstante, había sido derogada expresamente por Carlos IV y ratificada la derogación por el propio Fernando VII. Este hecho dio lugar al inicio de la Primera Guerra Carlista en la que el Infante Carlos, al principio desde el exilio y después desde Navarra y el País Vasco, desarrolló una feroz campaña militar, siendo derrotado.
Poco después de la muerte de su esposo, se casó secretamente con el sargento Agustín Fernando Muñoz y Sánchez el 28 de diciembre de 1833, lo que le granjeó una buena parte de su impopularidad
4. Indica en qué año se escribe el texto y en qué circunstancias se encuentran.
En 1836 el país, además de los problemas económicos que arrastra desde finales del s. XVIII, tiene que hacer frente a las guerras carlistas y a la inestabilidad política. La reina regente, a la muerte de Fernando VII, debe apoyarse en los liberales para defender el trono de su hija frente a los absolutistas partidarios de D. Carlos. La construcción de un Estado liberal requiere tomar medidas económicas liberalizadoras, acabando con los vestigios del pasado. En este contexto se entiende el gobierno de Mendizábal, un hombre de negocios progresista, en quien se confía para atajar la deuda del Estado y atraerse a los liberales.
- la masa de bienes que han venido a ser propiedad del Estado: se refiere a las tierras adquiridas atraves de la desmortización y que ahora son propiedad del Estado.
- la deuda nacional: Tras la I Guerra Carlista España entra en una crisis, en la cual hay una gran deuda y se intenta salvar con los bienes y las tierras desamortizadas.
- vivificar una riqueza muerta: Se refiere a los bienes que pertenecen al Estado, que no sirven de nada si no se venden, asi si se venden dichos bienes, tendrán una utilidad.
- identificar con el trono excelso de Isabel II: Aqui yo creo que se refiere a que la situación económica, social y politica no es equiparable con el excelente reinado de Isabel II.
- triunfo completo de nuestras altas instituciones: Los gobernantes se ven como triunfantes, ya que se les ocurrió la idea de la desamortización, así podrían conseguir arreglar la deuda nacional.
6. Haz una relación de las causas que argumenta Mendizábal para defender la desamortización.
No se consiguió paliar el problema de la hacienda pública, en parte debido al sistema de pagos, pues los títulos de la deuda pública se aceptaron por su valor nominal mientras que se encontraban muy devaluados. Tampoco se consiguió crear una clase de pequeños propietarios adictos al liberalismo, puesto que los campesinos no pudieron comprar las tierras y los contratos de arrendamiento impuestos por los nuevos propietarios endurecieron sus condiciones, cuando no expulsaron a estos arrendatarios para explotar directamente las tierras mediante el trabajo de jornaleros. Los municipios perdieron sus ingresos por el arriendo de los bienes de propios y ya no contaban con los terrenos comunales que servían de medio de subsistencia a los campesinos más pobres, que vieron empeorar su vida. Ello explica que el carlismo arraigase entre los pequeños campesinos del norte, mientras que los propietarios más acomodados se unieron al liberalismo, formando una nueva aristocracia terrateniente. No se aprovechó para hacer una reforma agraria, como propuso el diputado Flores Estrada, para quien el Estado debía alquilar la tierra a los pequeños campesinos y destinar esos ingresos al sostenimiento de la deuda pública. Sólo se buscaba beneficiar a la burguesía comercial y financiera, que era el sustento social del nuevo régimen.
De este modo, la estructura de la propiedad a penas se vio modificada por la desamortización, puesto que en cada región se reforzó la preexistente: allí donde existía ya una estructura latifundista aumentó la gran propiedad (Andalucía occidental) mientras que en la España septentrional se mantuvo el predominio de la pequeña y mediana propiedad. Los compradores sólo podían ser quienes tenían recursos (en metálico o en títulos de deuda pública) y, por tanto, campesinos acomodados, terratenientes y burgueses. Aunque las tierras debían dividirse en lotes para su venta, nada impedía a un mismo comprador hacerse con varios. Estos motivos explican que en las zonas latifundistas hubiese muchos absentistas entre los compradores, mientras que en el tercio norte predominaron los propios vecinos.
Finalmente, debe recordarse el expolio del patrimonio artístico y cultural, pues los conventos e iglesias desamortizados, al perder a sus moradores, en la mayor parte de los casos se vinieron abajo; sus enseres, mobiliario y obras de arte, se perdieron o mal vendieron, muchas veces a extranjeros y a una precio irrisorio. Los compradores, en la mayoría de los casos no pudieron o no quisieron mantener este patrimonio.
En conclusión, ni los nuevos propietarios invirtieron en la modernización de la explotación agraria ni se creó una clase de propietarios medios, por lo que no se dieron las circunstancias favorables para que la agricultura sirviera de base a la Revolución Industrial al no existir un mercado interior, debido al escaso poder adquisitivo de la población.
1 comentario:
triunfo completo de nuestras altas instituciones: la monarquía de Isabel II y las cortes -9-
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